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El Diario de paraná 10/08/2010


Por los caminos del cuento



Recientemente se presentó en nuestra capital el libro El jueves en que los pavos volaron y otros cuentos, de Victorina Bovier, autora que en un principio estuvo ligada al ejercicio profesional del Derecho y luego pasó a descollar en el campo de las artes plásticas sin dejar de lado su inclinación por las letras. De allí a que esto último se concretara en forma de libro había un solo paso, de manera que este trabajo era una obra esperada.


El volumen está integrado por 32 cuentos, aunque uno de ellos —El orfebre y el plantador de cebollas— se nos ocurre, fluctúa más entre la novela corta y el cuento largo, aunque esto, claro, quede abierto en cuanto a la forma a la interpretación del lector.
Elvy Bovier posee una prosa espontánea y simple de siempre, toma muchos temas de sus vivencias, entremezcla la realidad con toques de realismo mágico con una llamativa naturalidad conceptual nada fácil de lograr, lo aplica con profundidad en cada propuesta que sutilmente llega al lector.
En estos 32 trabajos que por razones de espacio resulta imposible analizar en forma detallada, hay un registro de la narración que por momentos es deliberadamente ingenuo para provocarnos ciertos goces de la imaginación, sin rebuscamientos ni “golpes bajos”. Carlos Asiaín, que presentó el libro, afirmó que en estos trabajos “las cosas no se traducen solas, son ellas mismas” y añadió que los mismos “están teñidos de una elegante melancolía, infinitamente simples, complejos, hermosos”.
Tampoco debemos dejar de lado el párrafo final del prologuista del libro, Ernesto A. Bavio, quien manifestó: “Creo que, merced a la disparidad de los hechos, expuestos con habilidosa soltura, el lector encontrará y disfrutará de un exquisito compendio literario; con frutos que lo harán reír, sonreír y, tal vez, dolerse de algunas escenas dramáticas, imaginadas, desarrolladas con maestría por Elvy Bovier”.
La obra fue publicada por Ediciones Mis Escritos, de Buenos Aires, y el diseño de tapa fue realizado por Mauricio Haenggi sobre una obra pictórica de la misma autora del volumen.

Adolfo A. Golz

http://www.eldiariodeparana.com.ar/

Análisis Digital

Postales de un acto literario y teatral en el Museo Provincial de Bellas ArtesVuelos de la imaginación
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Portada del libro de Elvy Bovier.
La presentación del libro de cuentos El jueves en que los pavos volaron, de Victorina Elvy Bovier, marcó la irrupción de la obra literaria de quien ya es reconocida por sus dotes de pintora. El gran marco de público en el auditorio del Museo Provincial de Bellas Artes estuvo acorde a las expectativas. También significó la reaparición de Carlos Asiaín, quien hizo un análisis crítico de la prosa, y la soberbia actuación de Rubén Clavenzani, quien en un magistral unipersonal amalgamó a los distintos personajes que la autora refleja en las páginas de su flamante publicación. Personalidades de los más diversos ámbitos se dieron cita para escuchar y ver de qué se trata este vuelo narrativo que desafía realidad y ficción.Claudio Cañete

El viernes pasado en el Auditorio del Museo Provincial de Bellas Artes Dr. Pedro E. Martínez, las letras de la región vivieron una fiesta de lectura, imágenes, teatro y amistades reencontradas. Todo gracias a la presentación del libro El jueves en que los pavos volaron, de Elvy Bovier, quien de esta manera consolida su perfil de escritora junto al de artista plástica por el cual ya es reconocida. La sala estuvo completa, quedando una cantidad de gente que observó la actividad desde el umbral de las puertas, casi de punta de pie para poder ver hacia adentro. Artistas de diversos géneros, periodistas, intelectuales, docentes, empresarios y sobre todo familias, se acercaron porque indudablemente cada uno de ellos tiene a la autora dentro de sus afectos.

“A la hora de explicar cuánto llevó terminar este proyecto vale aclarar que es un libro que yo vengo haciendo desde bastante tiempo y que concluyó no hace mucho. Por ejemplo hay cuentos que tienen cinco años y otros que son muy recientes, de este año. Incluso poco antes de mandar a editar el libro terminé uno de ellos. De ellos puedo decir que los de la primera etapa tienen la característica de que son más pensados, los fui elaborando a medida que pasa el tiempo, en que uno vuelve una y otra vez a ellos para pulirlos. Los más recientes tienen la virtud de la espontaneidad”, explicó Elvy en diálogo con ANALISIS, luego de la presentación, entre besos y abrazos de la gente que se acercó al acto literario.

Elvy Bovier es la esposa de Hermo Pesuto, un nombre conocido en el ámbito de la política. Madre de tres hijos y abuela de ocho nietos, en su vida profesional se destaca como abogada y escribana, y en la artística es pintora y mujer de letras. Su libro tiene 30 cuentos y fue publicado por el sello Editorial Mis Escritos. Su portada cuenta con una pintura de la autora y el diseño de Mauricio Haenggi. Yendo en otros detalles, el prologuista es el escritor y amigo Ernesto A. Bavio, que concluye: “Creo que, merced a la disparidad de los hechos, expuestos con habilidosa soltura, el lector encontrará y disfrutará de un exquisito compendio literario; con frutos que lo harán reír, sonreír y, tal vez, dolerse de algunas escenas dramáticas, imaginadas y desarrolladas con maestría por Elvy Bovier”.

Quien en estos días confesó que nunca había imaginado que algún día podría llegar a publicar sus escritos, también reflexionó sobre cómo se desenvolvió con sus influencias literarias lógicas de todo escritor. “Mis influencias están dentro del Realismo Mágico, de quien tengo a Gabriel García Márquez como mi maestro; pero también lo tengo a Julio Cortázar, a Jorge Luis Borges, al filósofo Julián Marías, Edgar Alan Poe y Horacio Quiroga, entre otros tantos. Me ha costado mucho desprenderme de todas estas cosas que leía, porque a la hora de escribir lo que me propuse es lograr una identidad, por eso también tardé tanto tiempo en publicar. Yo necesitaba reencontrarme conmigo misma y a veces es difícil porque cuando uno admira demasiado a un escritor, no hay que dejar influenciarse demasiado en las formas que éste usa, si no uno termina siendo una mala copia de ese escritor”, explicó.

Integrante del grupo literario Los 13 del Lunes, alentada por ellos y su familia, quien se inició en la escritura literaria y en la pintura en el segundo año del secundario decidió publicar. En sus comienzos escribía poemas y cuentos a escondidas y fue alentada a seguir por el profesor Aníbal Bogado Ibarra. Luego estudió en la Escuela de Artes Visuales y en los talleres de Gloria Montoya y Gerardo Zapata.

http://analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=898&di=1&no=130260

Diario UNO.

Escenario.
literatura. El viernes a las 20 Elvy Bovier presentará su libro titulado “El jueves en que los pavos volaron”

Con la verdad como reflejo

Con una vida polifacética, dará a luz su obra en el salón auditorio del Museo Provincial de Bellas Artes Dr. Pedro E. Martínez.
El viernes a las 20 en Buenos Aires 355, el salón auditorio del Museo Provincial de Bellas Artes Dr. Pedro E. Martínez será escenario de la presentación del libro de cuentos “El jueves en que los pavos volaron”. Se trata de 30 cuentos escritos por Victorina “Elvy” Bovier: esposa de Hermo, mamá de 3 hijos, abuela de 8 nietos, artista plástica, escritora, escribana y abogada. “Creo que, merced a la disparidad de los hechos, expuestos con habilidosa soltura, el lector encontrará y disfrutará de un exquisito compendio literario; con frutos que lo harán reír, sonreír y, tal vez, dolerse de algunas escenas dramáticas, imaginadas y desarrolladas con maestría por Elvy Bovier”, concluyó en el prólogo de la publicación el escritor Ernesto A. Bavio.En diálogo con Escenario, Elvy se refirió a la presentación que contará con las intervenciones de Rubén Clavenzani y Carlos Asiain.Integrante del grupo literario Los 13 del lunes, alentada por ellos y su familia, quien se inició en la escritura literaria y en la pintura en el segundo año del secundario decidió publicar. “Ni siquiera se me ocurría que alguna vez iba a publicar”, confiesa llena de dudas y certidumbres.Elvy escribía poemas y cuentos a escondidas y fue alentada a seguir escribiendo por el profesor Aníbal Bogado Ibarra. Luego estudió en la Escuela de Artes Visuales y en los talleres de Gloria Montoya y Gerardo Zapata. En la presentación, el protagonista absoluto será el libro que cuenta en la portada con una pintura de la autora y diseño de Mauricio Haenggi. De los disparadores, inspiraciones y temas tratados contará la autora. “El jueves en que los pavos volaron” –de Editorial Mis Escritos– se trata de “una conjunción de temas dispares: los recuerdos de mi niñez maravillosa en el campo hasta los 5 años, la vida, la muerte, el amor, sustancia de sueños, historias que me contaron o historias que viví”.Los cuentos de Elvy “empiezan a ser contados como hechos posibles dentro de la realidad y terminan siendo modelados dentro de la creación”.El cuento “El jueves en que los pavos volaron” le da nombre al libro de 30 cuentos. La autora encuentra que en nombre están contenidos todos los relatos. La metáfora refiere a cada uno de los personajes perdidos que habitan un pueblo extraño, mezquino, con marcadas diferencias de sexo, raza y religión y más. El protagonista de la historia es un niño especial que va a una escuela especial y es confundido por personas perversas. “En todos los cuentos algo de eso existe”, explica la autora de su obra. Con dos caminos para expresarse, la literatura y la pintura, Elvy Bovier busca horizontes diferentes para encontrarse con la realidad. “Es como descubrir otro lado de la realidad. En todos los cuentos hay una necesidad de reparación de una sociedad imperfecta. Y son tantos los recuerdos que, quizás, trato de darles nueva vida, no se pierdan en el tiempo y se conserven tal como son”, detalla.Respecto al arte Elvy detaca: “Muchas veces me he preguntado si el estar en este camino del arte es una cuestión de azar, algo con lo que he tropezado por casualidad, o si es que la realidad cotidiana no me conforma y necesito fabricarme otro mundo, o si existe un talento tan fuerte capaz de dirigir mi vida”. Y resalta “el talento con el que nacemos, el sacrificio, esfuerzo y amor a lo que se hace”. Elvy se siente bendecida por Dios al poder pintar y escribir, dos actividades que la apasionan y que las emprende gracias al apoyo de su familia.La obra de Victorina está intrínsecamente ligada a su vida y a la historia. “Tanto en mis cuentos y poemas así como en mis pinturas, vuelco no sólo mi propia historia de frustraciones y esperanzas, sino que el proceso creativo es generado como un hecho que surge de mi mundo interior en simetría con mi honestidad (no me permito plagios), y que refleja mi verdad. Entonces, es mi condición humana que se manifiesta elevándose a la altura de la pintura o la literatura”, destaca. Un mismo día, Elvy puede pintar en el taller obras con temas lacerantes y luego encontrarse frente en el puerto o en la estación de tren pintando paisajes o dibujando a bailarines en un salón tanguero. Como pintora, Elvy ejerce una pintura dramática que busca oxígeno en el paisaje o el tango. Quien fue abogada de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos y junto a otros colegas recibía las denuncias de los familiares de presos o desaparecidos, crea pictóricamente vivencias que la conmueven. Incluso tiene amigos y parientes muertos: desaparecidos por la represión. El libro “Las venas abiertas de América Latina” inspiró su serie Lamento indígena. El libro del Génesis originó “...Y el séptimo descansó”, una mixtura entre la obra sublime de Dios y la del hombre que destruye, contamina. La serie sin fin “Entre Ríos en mi historia” está inspirada en el paisaje entrerriano entre puertos y barcos, viejas estaciones de tren deterioradas y campos entrerrianos.“La esperanza está siempre a través del color intenso y la pincelada vital”, afirma quien en la creación literaria se enrola en el realismo mágico: parte de un hecho real para transformarlo, luego, en inverosímil.

http://edimpresa.unoentrerios.com.ar/v2/noticias/?id=37840&impresa=1

Prólogo


No debe confundirse la posibilidad de un código general y permanente con la posibilidad de leyes. Tal vez la ‘Poética’ y la ‘Retórica’ de Aristóteles no sean posibles, pero las leyes existen: escribir es, continuamente, descubrirlas o fracasar”, tal lo que sugiere Adolfo Bioy Casares en una parte del prólogo a la Antología de la literatura fantástica. *


Precisamente, los amigos de tan difícil género literario como es el cuento encontrarán en las páginas de este libro de Elvy Bovier no sólo textos de alta calidad sino, además, una óptima aplicación de esas leyes de las que hablan los grandes escritores modernos.

Y al decir ‘aplicación’ no me refiero en exclusividad al respeto incondicional de las mismas: el lector hallará aquí quizás lo más trascendente de conocer y manejar con destreza tales normas: la eventualidad de transgredirlas creativamente. .

Porque convengamos en que respetar a la literatura y sus reglas no significa seguir éstas últimas a rajatabla y con los ojos cerrados. Muy por el contrario: en ocasiones, conocerlas y manejarlas con sabiduría permite romperlas, abrir nuevos portales, experimentar, sacudirnos la modorra, lanzar palabras al aire para regocijo de los tantos lectores ávidos de buenos textos que en el mundo habemos. Palabras que dejarán de pertenecer por enteras al escritor - en este caso, a Elvy - en el mismo instante en que el Otro se apropie de la significación encerrada en ellas.

Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema, nos enseña don José Emilio Pacheco, enorme poeta mexicano. **


¿Qué es lo que hace recomendable a este libro? En primer lugar, la rigurosidad con que han sido tratadas todas y cada una de las narraciones que encontraremos en su interior. El buen lector se percatará rápidamente de que a estos cuentos es imposible dejarlos a medio camino para retomarlos más tarde, tal la tensión interna y la pertinente unidad que la escritora ha logrado componer en ellos. En segundo, la variedad y diversidad de imaginería desarrollada en una coherencia entre entidad y significado. Y, por sobre todo, lo que Elvy Bovier nos ofrece aquí es la universalidad con que ha sabido dotar a sus quimeras.

Pues ella narra magistralmente algunas anécdotas situadas en nuestra ciudad, en nuestra región, pero no se abroquela allí. Una buena cantidad de estas narraciones suceden en (o refieren a) lejanos lugares del planeta, tan distantes en la temporalidad como puede estarlo hoy la Rusia zarista y la naciente revolución bolchevique. Es así que nos sitúa ante un acontecimiento universal que inicia su acertijo en aquella utópica Villa Viale de nuestra niñez, con sus calles de tierra y sin electricidad, humilde pueblo donde habrá de vivir nada menos que… No ¿Cómo voy a contarles ese estupendo secreto, esa vuelta de tuerca que nos proporciona la narrativa de Elvy?

Se preguntarán, entonces, si estamos ante textos ajenos a nosotros, a los entrerrianos. Caramba… tan ajenos como foráneos pueden resultarnos el Parque Urquiza o la Isla Puente. Porque hay sucesos, de los que nadie ha hablado hasta ahora, que ocurren en estos dos sitios y que sólo una escritora consustanciada con sus misterios puede develar, acercándonos sus fantasmagorías a través de brillantes pinceladas literarias.


He tenido el agrado y el privilegio de participar, aunque más no sea lateralmente, del nacimiento y desarrollo de este libro. He seguido su crecimiento y degustado el manejo de los sucesos construidos sin apuro, con cuidado y mucho amor. Año con año sus narraciones fueron sumándole adultez a la inocencia, y el resultado de esa espera creativa es perfectamente visible dentro de estas páginas.

Creo que, merced a la disparidad de los hechos, expuestos con habilidosa soltura, el lector encontrará y disfrutará de un exquisito compendio literario; con frutos que lo harán reír, sonreír y, tal vez, dolerse de algunas escenas dramáticas, imaginadas y desarrolladas con maestría por Elvy Bovier.


Ernesto A. Bavio

Marzo de 2010 - Paraná – ER -


NOTAS

* Sexta. Edic. Bs. Aires, Editorial Panamericana, 1980

** Los trabajos del mar, México DF, Ediciones Era, 1983


LA MANGA

¡¡Langostas!!... gritó papá, corriendo hacia el galpón donde dormían su siesta los peones. Yo, que por ese tiempo tenía seis años y había escuchado lo tremendo que sería si alguna vez llegaran las langostas, creí enloquecer de espanto.

Mamá iba de un lado a otro, llamándonos a mí y a mis hermanos a todo grito, como si nos hubiéramos ido muy lejos, aunque en realidad estábamos prendidos a su vestido.

Sin saber hacia dónde mirar, ya que todos se desplazaban en distintas direcciones, sólo atiné a dejarme arrastrar en la desorientada carrera de mamá, sin un propósito cierto. Mis hermanos más pequeños, aterrados por la inusual situación, lloraban desconsolados.

De pronto las vi. Una mancha negra en el cielo, que se agrandaba por segundos y venía en dirección a nuestro campo. Papá y los peones, que gritaban y maldecían, caminaban decididos hacia ellas, enfrentándolas. Prendían fogatas para provocar humo e iban armados con tachos y fuentones de aluminio a modo de tambores; éstos, al ser golpeados, provocaban un ruido atronador.

El cielo oscureció y aquélla nube informe fue fracturándose en millones de voraces insectos que, bajando hacia nuestros sembrados, los arrasaron sin piedad.

A mi madre la perdí de vista al internarse en una de las chacras, en socorro de dos terneros recién nacidos que no lograban defenderse solos en tal infierno.

Como esto continuó durante toda la tarde hasta entrada la noche y ocupados todos en la feroz batalla, nadie pareció recordar que debíamos tener hambre.

Y entonces, tras asumir la responsabilidad que me cabía como hermano mayor, fui a la cocina con la intención de preparar galletas enmantecadas para mí y mis hermanos. Coloqué una silla contra la alacena de la esquina, estiré mi brazo lo más que pude y llegué a tocar el tarro que las contenía. Con la punta de mis dedos intenté acercarlo hasta el borde mismo del estante y, casi lográndolo, percibí un murmullo desconocido que me llevó a mirar hacia arriba. Cientos de langostas, encaramadas unas sobre otras como en un gran enjambre, bullían muy cerca de mi cabeza. Era evidente que habían permanecido prendidas al techo hasta el momento en que tuve la mala idea de fastidiarlas. Un estremecimiento me recorrió el cuerpo haciéndome perder el equilibrio. Al caer, mi cabeza golpeó contra un desnivel del piso. Ya en el suelo, no obstante el agudo dolor, alcancé a ver cómo bajaban voraces hacia los bizcochos dispersos. Cerré mis ojos. Mucho más fuerte que el miedo fue la sensación de desconsuelo y necesidad de abrazo. Y luego, por más esfuerzos que hice para mirar en derredor, me mantuve con los ojos apretados, aislado del mundo, sin escuchar los reclamos, órdenes o súplicas de los que me rodeaban.

En los primeros años que siguieron a esa noche, aunque sin poder ver ni hablar, sentía en el rostro la humedad de mi almohada empapada en lágrimas y muchas ganas de refugiarme en la cama grande en medio de papá y mamá.

El terror de volver a sentirlas allí, al lado mío, cubriéndome, tiritantes, ávidas, metiéndose entre mi ropa en busca de algo para engullir, hizo que perdiera interés en retornar a ese mundo que, de pronto, había dejado de brindarme la seguridad que necesitaba. Me fui sumergiendo poco a poco en un espacio desconocido donde el penetrante dolor de cabeza parecía intensificarse. Pasado un tiempo (¿cuánto?), dejé también de escucharlas. Cerré mis oídos a todos los ruidos de la casa, sólo con la conciencia de que cada tanto alguien me lavaba o acomodaba dándome vuelta, sin que yo abandonara mi posición fetal.

Luego, entré en la oscuridad y las tinieblas.

Así, huésped en un mundo de sombras y de silencios, me hundí en una especie de vida vegetativa aunque distinguía los disímiles sentimientos que despertaba entre los que me cuidaban: dolor, compasión y al final, mucho tiempo después –al morir mis padres y partir mis hermanos- el fastidio y renuncia a mi suerte.

Fue entonces que se me recluyó en el galpón mas alejado de la casa.


Hoy tengo una sensación nueva, como si acabara de regresar de muy lejos. Abro mis ojos por fin después de tanto tiempo y miro mi cuerpo sin reconocerlo. Las manos... ¡Dios! ¿Dónde he estado durante todos estos años? Sin embargo, esta habitación, estos muebles… quizás nunca dejaron de estar aquí, en este espacio tan familiar a la vez que agobiante, así como las paredes con manchas de humedad que, al mirarlas, no me resultan extrañas.

Pronto llegará alguien a traerme comida y a limpiarme, pero ese alguien... ¿quién es? Sólo soy conciente de su paso fugaz.

Con temor, intento mover mis piernas. Me arrastro fuera de mi cama, enderezo la espalda arqueada, comienzo a incorporarme. Voy impulsándome hasta la ventana y la abro. Tengo la sensación de efectuar movimientos repetitivos, como si ya los hubiera realizado en alguna otra ocasión.

Afuera hay sol y todo está muy verde. Alcanzo a divisar la estancia con galerías pintadas de azul y enredaderas que trepan cargadas de flores; los que deambulan por sus patios nada tienen que ver con los afectos niños que un día dejé.

Quisiera desandar el tiempo y reencontrarme con tantas voces extraviadas y rostros queridos de aquellos que alguna vez me amaron.

Mi razón empieza a comprender que la única forma de hacerlo es regresar al día en que las langostas devastaron los campos de mi padre. Ruego que la pesadilla se reitere y borre este presente de mi memoria, este presente adulto que he vislumbrado desde mi impotencia vegetal y no me interesa vivir.

Conservo la esperanza de que el milagro acontezca en mi próximo despertar.

Cierro la ventana, corro las cortinas y vuelvo a dormirme.



Ignoro cuánto tiempo ha pasado desde aquella vez en que, al mirar por las ventanas, vi que la primavera se derramaba en colores brillantes. No me animo a abrir los ojos. Siento que alguien acaricia mi rostro y aprieta mis manos que están frías como el hielo. Escucho a lo lejos la voz de mi padre ordenando no sé que cosa. Creo que, a los gritos, pide ayuda. ¿Ayuda para quién y para qué? Ya estoy casi despierto y el barullo que escucho es caótico. Y ahora sí las veo, nuevamente mirándome, pegadas al techo de la cocina. De pronto recuerdo todo, me estremezco e intento incorporarme. Mis hermanos menores me observan entre serios y divertidos.

- Llevás como una hora durmiendo tirado en ese piso frío – dice mi madre – Levantate y ayudanos, aunque sea cuidando a los chicos. Capaz que ni te enteraste que se vino la manga y nos dejó pelado el campo.


Me acerco a una ventana buscando encontrar ese galpón donde me recluyeron. Lo veo, alejado de la casa, con la ventana abierta de par en par.

Distingo a alguien que se me parece. Asomado, me saluda con la mano.

Yo también lo saludo.

El Diario de Paraná.
Año 15 Edición Nº 4911 Paraná - Entre Ríos - Argentina - Lunes, 26 de Julio de 2010

El jueves en que los pavos volaron

El viernes 30 de julio a las 20, en el Museo Provincial de Bellas Artes, se realizará la presentación del libro de cuentos de Victorina Bovier El jueves en que los pavos volaron.

Se trata de un conjunto de 30 relatos de diferentes estilos y situaciones y que refieren a lugares y épocas variadas.
En la presentación participarán Carlos Asiaín y Rubén Clavenzani.
Bovier es una artista plástica de nuestra ciudad quien si bien escribe desde su adolescencia, éste será su primer libro publicado.
“Son cuentos diferentes entre sí. A mí me cuesta mucho hacer un análisis de lo que hago, pero me parece que todos son distintos, a pesar de que existe un hilo conductor entre ellos. Algunos parten de un hecho real, en un lugar y un tiempo determinado, de recuerdos pero luego se van modelando en la ficción”, explicó la autora en diálogo con EL DIARIO.
Muchos de esos relatos transcurren en un pueblo imaginario y se remontan a la infancia de Bovier, aunque ella aclara que no se trata de historias autobiográficas.
“Los cuentos tienen cierta tragedia, son muy fuertes. Yo viví hasta los cinco años en el campo y esos recuerdos vuelven hacia mí con una fuerza notable. Todas esas cosas que pasan en el campo, y que para los que viven en el campo son muy normales, como las yerras, las langostas, las carneadas de cerdos, matar gallinas, todas esas cosas a mí me han impresionado muchísimo”, remarcó. Y muchos de esos recuerdos están reflejados en los textos de ese libro.
La artista aseguró que nunca pensó en publicar sus escritos, a pesar de que escribe desde que iba al colegio. Sin embargo, dedicó su vida a la pintura y a través de ella logró trascendencia.
Luego, pasó a integrar el grupo literario Los 13 del lunes y sus compañeros de letras fueron los que la animaron e incentivaron a publicar. De lo contrario, sus textos continuarían guardados en un cajón, como ella dice.
“Las obras no tienen sentido si no hay un destinatario”, reflexionó.
Éste es su primer libro de cuentos que publica sola, ya que ha incluido con otros autores, pero Bovier cuenta con material como para editar otros dos libros así que es probable que en el futuro continúe con su producción.
El título es uno de los relatos y fue elegido por la autora porque le pareció “el más poético”.